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26/5/10

Los Contornos

“Muy bien, ahora que estás a punto de ser, ¿qué podés darme?

“Por dentro oigo otro. Te oigo. Te he oído desde siempre, suplicando por existencia. Y hoy, que puedo dártela al fin, tus ansias deben ser mayores que las mías.

“Me aferré toda una vida a la fe, pero ya no. Toda tristeza es limitada por muerte y no por fe. Sólo por muerte. Este otro ser que siempre sentí y hoy porto… creí que era fruto de esa fe, pero ahora veo que es semilla de esa muerte, acaso liberadora, no lo sé.

“Pero ¿es muerte si se deja un cuerpo, sangrante también, pero en recorrido inverso, hacia la vida? Cuerpo, cuerpo y nada más, sólo cuerpo, es muerte.

“Pero aquí habrá dos cuerpos, dos sangres y dos llantos como una línea divisoria; y de cada lado, un alma.

“Me vestiré de eterna a media respiración, a medio grito, a medio parpadeo. Sólo se trata de ir cediendo el nicho en que se vive, uno tras otro, para que todos podamos entrar en la existencia.

“Ahora experimentalmente la muerte va dejando de ser para mí un punto final, pequeño por lejano; ahora que entiendo que es una línea, un trayecto. Probablemente mi muerte haya comenzado antes que mi existir. La muerte es un lento llegar que dura, al menos, toda la propia vida. ¿Por qué no creerla comenzada incluso antes? O, más extensa todavía: nunca comenzada.

“Recuerdo haberme sentido irritada desde joven por esa idea impuesta, según la cual la muerte sería el peor de los males y todo mal menos sufrido por evitarla sería justo y necesario. ¿Qué puede importar ella si, una vez terminado el proceso, hasta la misma muerte muere y ya no se puede ni sufrir? Solía preguntarme si la vida debería tener valor por sí misma, o sin son las condiciones en que ésta se desarrolle las que, según el caso, deberían tenerlo. Nos han enseñado (padres, amidos y demás) a ver la muerte como un demoño. Hoy me cuesta no entenderla como santa, venida a salvarme del camino que lleva a ella. Todo lo que he pensado durante estos últimos meses le ha estado dedicado a ella o a su par complementario, su contraparte, el nacimiento.

“Me he sorprendido gratamente al ver que no han llegado los miedos con ella a abrigar todo dolor, a revitalizarlos y abultarlos. Por el contrario, la vida pierde relevancia. Todo lo que había va perdiendo peso. El remordimiento y el orgullo quedan inevitablemente atrás. Ante la ausencia de futuro, ¿qué puede importar ya el pasado?

“Sos infinita y esto que experimento es sólo un pedacito, ¿no? ¿Cuál es tu real poder?

“Te siento abrazándome a mí, casi sin tocar mi cuerpo. Existe. Existe aún… pero yo, no sé. Siento tu abrazo, limpiándome de existencia, sólo van quedando mis restos descascarándose sobre tus brazos. Todo mi relleno mental se deshace muy lenta y dudosamente. Mi costra y el otro, el otro en mí, resisten; creo sentirlo.

“Ya no tengo ni mis más atómicos mieditos ante la inexistencia. Es que ya la siento tan parte de mí como su antónimo. Ya no me limita el miedo a no soñar más. Creo que pronto me encontraré o me olvidaré.

“Yo, que hasta hoy me tenía por sencilla y finita, me sumerjo en tu substancia. Mejor dicho, en tu ausencia total de la misma, inmutable e infinita. Siento que contamino ligeramente tu no-ser milenario. Pero soy un puñado de tierra frente a un inmenso mar, no hay chances reales de ensuciarte con mi realidad. Tu apacible vida en el plano ideal no corre el más mínimo riesgo conmigo ni con nadie. ¿Acaso los mares serán llenados algún día con los sedimentos que los ríos les arrastran? Ya me voy sintiendo parte de tu gran poesía. Mi género es absorbido por el tuyo; pierdo identidad mientras descubro placer en ello.

“El otro en mí, en simultáneo, escapa hacia la existencia, hacia sentir el mundo. El otro en mí atraviesa mi portal mientras yo atravieso el tuyo. Quizás esté naciendo yo también. El otro en mí fue mi pasaje hacia el portal de la inexistencia. Yo soy el suyo hacia el de la existencia. Intuyo que soy sólo eso. No somos madres. No somos madres sino caminos. ¿Qué sentirá el otro en mí cuando al fin se reconozca como quien me condujo a la muerte? ¿Se sabrá sendero o pueblo abandonado? ¿Me tendrá por caminante pisoteándolo, por camino guiándolo o por punto de partida?

“Es de madrugada para él. Tal vez lo escucho llorar. Es el ocaso para mí. Anochece, concluye un atardecer de años y me voy sumergiendo en una absoluta oscuridad sin luna ni estrellas. Soy parte de este telón negro que me separa de todo. Siento las últimas señales del otro, perdiéndose. Veo el brillo de sus ojos minúsculos, de este lado del telón invisible. El otro en mí. Soy cosa ya, soy eterna ya. Temo haberlo arrastrado conmigo y soy cosa y eterna ya.”


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