
TP de Retórica para la materia Tipografía I, Cátedra Gaitto.
Había llegado el momento, lo había decidido. Sus neuronas morían poco a poco, a ritmo cada vez más acelerado, y tal tendencia de seguro continuaría. Sus oídos, absolutamente inútiles, ya no le permitían componer más. Su vista y su pulso fallaban también, desgastados por los años. Y no le quedaba mucho que ofrecerle a ninguna mujer, por lo que ninguna tenía nada para ofrecerle a él. No, orgulloso como era, escogió evitar la decadencia y acelerar lo que de todos modos era inevitable. Pasó semanas deliberando intensamente (o en realidad toda una vida haciéndolo, pero ahora con mayor rigor), descartando y sugiriéndose opciones. No elegiría el gatillo, el tren, la soga ni la navaja, no. No podía redondear su vida con algo tan banal, tan común. No él, que se sabía a alturas tan inconmensurables. Siempre había fantaseado con volar y quizás esta fuese su oportunidad. Pero… ¿Era conveniente dejar un cuerpo destrozado? ¿No sería mejor fomentar un funeral magnánimo? Muchos asistirían, sin duda. Todos esos noticieros ligeros lo rodearían al fin de elogios, anécdotas inservibles y musiquitas delicadas, arrastrando a algunos al borde de su ataúd. Imaginó un colosal cortejo, a toda la ciudad movilizada, marchando en su honor al son de alguna oda improvisada por alguno de sus colegas amigos. Supuestos amigos. Se preguntó por su presencia en los medios internacionales, o en los futuros libros de historia, o en el inconsciente colectivo de las sin duda lamentables futuras generaciones. No supo si soñar con vivir en ellas, o con su destrucción. El ego o el bien, esa duda que siempre lo sobrevoló. Volvió a pensar en su fin. ¿El ego o el bien? ¿La muerte grandiosa o la útil? Se vio arrojándose vivo a las fauces de algún animal hambriento, o como futuro abono de tierras salvajes. Las ordas de seguidores egoístas no le permitirían destinos de esa índole. Si deseaba algo así debería llevarlo a cabo secretamente. Resignarse a la gloria. Hacerse desaparecer, sembrar dudas ¿Convertirse en mito? Entonces tal vez no fuera necesario resignarse a los pedestales, tanto de cara al pueblo, como ante la verdad absoluta. Sí, sería un gran fin. Tendría que hacer todo perfecto. Ni un error. Tediosas semanas de estudios meticulosos le tomó planear cada detalle. Terminado ese período, lentamente todo empezó a terminar. Fue sembrando sus palabras póstumas en los sitios precisos, cargándolas de distraídos simbolismos y gran capacidad de reinterpretación. Disimuló deseos. Fingió futuros distintos del que de antemano conocía. Luego, orgulloso de sí mismo (como siempre, o posiblemente más que de costumbre) marchó a la que sería su tumba. Dejaría en absoluto secreto a su cuerpo pudrirse paulatinamente a los pies de todos esos árboles moribundos, con la esperanza de alimentarlos un poco. Alimentarlos a ellos, a las bestias que se aproximarían, y a las mentes que lo idealizarían, convirtiéndolo en dinero o discursos. Desaparecería misteriosamente, se volvería inmenso. Como su muerte sería ignorada o dudosa ya no le preocupó la vergüenza de portar una bala en la sien. Caminó. Caminó dos días seguidos, lejos del pavimento y de pupilas y oídos ajenos. No pensó en lo que abandonaría y alcanzaría. No hasta que no se encontró frente a las improvisadas lápidas de raíces y ramas, tan cercanas al otro lado como él. No lo hizo hasta no haber sacado ceremoniosamente el arma del morral. En ese momento el instinto, todos esos millones de años de selección natural, lo atacaron desde adentro. Ningún cuerpo quiere morir, tal es nuestra soberbia esencia. Sus desesperadas neuronas (corazón, según varios) le trajeron recuerdos apresurados. Su pulso tembló mucho más de lo usual. El arma apenas colgaba de sus dedos. Su cerebro se encargó deliberadamente de rescatar de la memoria sólo aquello que lo hiciera dudar, aquello que alejara al metal del cráneo. Desolado, el artista luchó inerme contra esos engaños de la mente, esa tergiversación vital de la realidad. Pero no pudo, dudaba, estaba paralizado. Ante sus ojos se hallaban figuras que no eran las del bosque, momentos que no eran aquel. Recordó a su hermanito demasiados años atrás. Recordó también risas, ojos brillosos y caricias. Vio bellas mujeres que lo habían acompañado (mucho más bellas de como en verdad habían sido), y a otras a las que sólo había acompañado él, secretamente. Vio amigos saludándose. Perros esperando amos que no volverían. Una madre, quizás imaginaria, dando a luz. Recordó a grandes hombres haciendo grandes cosas, y a pequeños hombres haciendo pequeñas cosas. Y, tan confundido lo tenían sus secretas ansias de vida, que creyó que ambos tenían la misma importancia. Reparó luego con pesar en los pocos que lamentarían realmente su huída, a quienes vio sobredimensionados. Sí, remordimiento, eso también supo producir en ese momento su inconsciente. Le hizo creer que su vida aún podía ser útil, que debía serlo, e incluso que ya lo había sido. Le prometió felicidad (el viejo truco) y gloria. Grandes promesas acordes a las que su monstruoso amor propio requería para ser llenado. Pero tan grandiosas, que rebelaron su irrealidad. Con un esfuerzo repentino el hombre volvió a dominarse, estaba jadeando, arrodillado sobre la escarcha, otra vez frente al viejo bosque. Algo entre el cielo y el infierno lo esperaba. Levantó el codo, lo torció, apoyó el caño contra sus cabellos blancos. Cada milímetro de su cuerpo pujaba a la vez por combatir a la razón y al impulso, por mover y por detener al definitivo índice en su último movimiento. Todo en él dolía, sintió que podría morir antes de disparar. La lucha duró hasta el amanecer. Finalmente algo cedió y el estampido hizo volar un único pájaro. Único testigo. La bala penetró tan rápido, tan rápido destruyó y blanqueó su conciencia, que el hombre jamás supo si murió. Jamás supo que en él existía más fuerza que la acumulada durante milenios de evolución continua. No supo que en un instante de sobrehumana lucidez había vencido al instinto, a las generaciones y generaciones de supervivientes que lo habían precedido.
todo nada
Improvisación recién recién salida del horno. Si te deleitó su sensiblería maricona, pasate por ACÁ.
El siguiente texto lo escribí originalmente para la materia Medios Expresivos II, cátedra Groisman como parte de este proyecto de intervención urbana.
Reflecciona un poco sobre las características específicas de la "foto flogger" a través de un diálogo con "El instante decidido", texto de Alberto Carpo Cortés (cineasta argentino).
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Foto Flogger: ¿de Estudio-posada o Documental-periodística-instantánea?
Estaba Alberto “Carpo” Cortés charlando con sus lectores de Medios I cuando alguien lo interrumpió: una intelectual flogger que llegaba tarde (se había detenido demasiado tiempo ante su reflejo en la ventana de un auto para arreglarse en pelo).
- Perdón, perdón, siga por favor ¿De qué estaban hablando?
- Nombramos tres hechos que hacen a la caracterización del acto fotográfico: la reproducción de un hecho-objeto-situación a partir de la selección de un espacio (objetivo),…
- Selección de un objetivo, mmm… en nuestro caso (el caso de los floggers) siempre es el mismo: Yo. No hay mucha más elección al respecto.
- …de un tiempo o instante (obturador),…
- Y es que tampoco hay tan claramente en nuestro caso UN instante: los instantes a fotografiar son, a groso modo, todos. Se ponen en juego más decisiones al momento de escoger cuál foto publicar, que cuál foto tomar.
- …y desde un determinado punto de vista (perspectiva).
- Como en nuestro caso el fotógrafo y el fotografiado tienden a ser una misma persona los puntos de vista son acotados: el objetivo está generalmente a distancias chicas (menores a la extensión máxima del propio brazo, en cuyo extremo estará la cámara).A partir de esta obstrucción (distancia máxima: la extensión de mi brazo) se empezaron a desarrollar ciertos artilugios para hacer entrar dentro de cuadro más que el busto de una sola persona: fotos en picado (extendiendo el brazo hacia arriba) que nos tomen, de desearlo, de pies a cabeza; fotos frente al espejo de un baño, etc. Pero perdón, siga
- Tenemos dos universos que son el de la fotografía “de estudio” o “posada”, y el de la fotografía “instantánea” o “documental-periodística” (action picture).
- Disculpe mi insolencia, pero me parece un poco simplista esta división. Tenemos casos ambiguos: ¿en dónde encasillaría a una fotografía con fines periodísticos que documente un acto político diseñado para su futura aparición en TV y en esa o cualquier otra posible foto? ¿Y la foto flogger? ¿no responde a ambos modelos? ¿puede ser considerada realmente foto “instantánea”?
- Lo importante de una fotografía “instantánea” es captar el “instante importante”.
- Es que, si bien el acto de obturar aparece espontáneamente (y no como un lento cálculo, como en la foto “de estudio”), no existe exactamente ese “instante importante”, Carpo. No es el instante lo más importante: las condiciones de ese instante se alterarán inmediatamente ante la presencia de la cámara, ya que los modelos tomarán ciertas poses más temporalmente universales: menos específicas a ese instante, más reaparecibles intencionalmente en cualquier otra foto.
- Podemos decir que con la consumación de la instantaneidad se comienza a educar al lector en una nueva caligrafía fotográfica que incorpora la deficiencia técnica como elemento connotante de la imagen.
- Sí, concuerdo. Malos retoques de PhotoShop o Paint, por ejemplo, que evidencian que la postproducción de la imagen ha sido llevada a cabo por el mismo flogger (un amateur) y así contribuyen de algún modo a personalizar el espacio en que la imagen es expuesta. Por eso no sólo se toleran esos “errores”, sino que a veces hasta se hace énfasis en ellos.
- En cambio, en una foto de estudio…
- No, espere, espere, no terminé. Tengo más que decir sobre el por qué de la aparición del “error” fotográfico hoy en día (no es que sea nuevo, sino que sus por-qués van cambiando). Con cámaras fotográficas cada vez más baratas hay superpoblación de cámaras, con superpoblación de cámaras la hay de usuarios de las mismas (de todo tipo), y con el casi nulo gasto que acarrea la fotografía digital hay superpoblación de malos fotógrafos (ya nadie les impide disparar) , en consecuencia, de malas fotos, y como la distribución vía Internet se vuelve también fácil y gratuita, hay superpoblación de esas malas fotos en espacio público, visible por todos (todo esto no es característico sólo del flogger, sino de nuestro tiempo: en este mundo de la imagen accesible a todos termina prevaleciendo la cantidad antes que la calidad, y cada foto termina siendo una en un millón: pierde valor específico y capacidad de condensar toda una cosmovisión, termina valiendo como fragmento y como parte del todo, dando un pantallazo más acotado del mundo). Cualquiera puede sacar fotografías hoy, ya no sólo alguien con conocimientos específicos sobre el tema (la interfase de una cámara digital y la de cualquier otro dispositivo electrónico es muy similar). Esto se ve en nosotros, los floggers, se ve lo amateur de casi todas nuestras fotos y de los retoques digitales que les aplicamos. Pero estas deficiencias, como dije, no estorban: lo importante es reflejar el modo de ser del flogger (de ese flogger, pero también de todo flogger, ya que ser flogger no es otra cosa que una toma de posición para definirnos como individuos por oposición al resto). Este “modo de ser” incluye cualquier característica propia, o debería, y por lo tanto también cualquier falta de profesionalismo (en el habla, en la escritura, en la edición de imágenes, etc.), cualquier desfachatez. Es natural: en una moda-tribu urbana cuyos representantes nunca superan los 18 años la ausencia de profesionales es aún total. Lo importante en nuestras fotos (en todo nuestro accionar relativo a fotolog.com), además de esa cosa Romántica de reflejar el propio Ser, es simplemente Estar Ahí. Es importante marcar presencia en el mundo más allá del espacio privado (aún en los casos en que sólo nos visiten amigos nuestros: en la foto, en sus firmas, en los links en que figuremos, queda constancia de que Somos, por suerte). ¿Recuerdan aquella vieja teoría de los Idealistas (que llegó hasta nosotros primero a través de Lisa Simpson)? Aquella que decía que si un árbol cae y no hay nadie allí para percibirlo, simplemente no ha caído, no ha habido árbol en ausencia de espectador, (pues, como le gustaba pensar a Macedonio Fernández, el árbol es sólo su huella sensible en alguna psiquis, sin esencia más allá de ella). Bueno, hoy en día podemos decir que ese árbol tampoco existe o cae si sólo uno lo ve: debe filmarlo o fotografiarlo y colgarlo en Youtube, Fotolog, Facebook o el noticiero y recién ahí, quizás, el mundo le conceda existencia. En ausencia de una cámara y una audiencia masiva no somos nada. Pero bueno, siga, por favor, le prometo que no lo interrumpo más.
- En cambio, en una foto de estudio, o al menos no de acción, las reglas de diseño de una foto sí están más ligadas a las cuestiones de equilibrio (o desequilibrio) formal y de tratamiento de colores,…
- Tampoco es tan así.
- …ya que el lector “sabe” que el instante importante no es de la acción frente a la cámara, sino el de la decisión de obturar del fotógrafo. Sin duda, hay un tiempo de iluminación, elección de lentes, construcción de la perspectiva, etc., y ese “tiempo del fotógrafo” no debería nunca implicar un error técnico (salvo por cuestiones estéticas). Es el tiempo necesario para construir un instante.
- No, tampoco. Hay un tiempo de preparación, pero no de la foto sino del fotografiado. El acto de obturación suele mantener su carácter espontáneo, pero el fotografiado generalmente ha sabido de la potencial existencia de esa foto y se ha preparado para tal evento. La escena, hasta cierto punto, es artificial, ha sido diseñada. Esto emparenta a la foto flogger con la fotografía de estudio. Hay dos preparaciones que afectan sustancialmente a la foto y que no permiten considerarla tampoco como documento de un instante: 1- La elaboración del aspecto del flogger (ropa, peinado, maquillaje) que fue realizada con antelación previendo cualquier foto; 2- La elección (a medias instantánea, a medias prediseñada, nunca “natural”) de una pose, que sólo es tomada por el flogger ante la inminencia indiscutida de una foto en específico. Se toma una pose puntualmente para la fotografía, de modo que muy rara vez se llega a documentar un suceso que hubiese sucedido si la cámara no hubiese estado allí (estos sucesos aparece sólo de modo periférico, como parte del fondo, entre personas que no se han percatado de que están siendo fotografiadas). La situación general y el ambiente pueden (o no, ya que también organizamos sesiones de fotos donde, ahí sí, todo elemento es medido y se puede hablar de foto “de estudio”) ser “accidentales”, pero lo demás (pose, principalmente, look, en menor medida) existe casi exclusivamente para la foto. A veces la pose se reduce a una mueca que da un toquecito de “personalidad personal” y/o “personalidad flogger” (algunas expresiones se han ido estandarizando y pueden verlas en casi todo fotolog, como la boca en forma de “piquito”). Nosotros estudiamos previamente cómo salimos mejor en las fotos, cuál es nuestro mejor perfil, qué expresiones faciales combinan mejor con nuestros aritos o peinados, qué poses tienen más levante, etc. Y ante la presencia de una cámara adoptamos alguna de estas poses preconfiguradas. Es sólo otro modo más de manifestarnos exteriormente (así como las mochilas, el auto o la vestimenta para casi cualquier otro), o de seguir convenciones culturales (como la que “dice” que en una foto grupal de cumpleaños debemos sonreír a cámara; por ponerle un ejemplo más entendible por usted, señor Cortés).
- Cuanto más sugerida esté la existencia de un espacio en off (nuestro infinito mazo), mayores van a ser las interpretaciones secundarias que el lector tenderá a hacer de la imagen que…
- Nosotros no solemos tomar mucho en cuenta al espacio en off. En una foto flogger lo que ves es lo que hay, lo demás no posee más relevancia. No tienen peso nada más allá de lo visto a simple vista, ni en el espacio en off ni en simbolismos; no hay elementos ni relaciones de elementos que traten de significar algo más que ellos mismos (a diferencia de, por ejemplo, buena parte de la Pintura o de la fotografía social). El valor de nuestras fotos simplemente radica en colocar allí al fotografiado, y no en colocar a este en función de un mensaje más. Lo representado es sólo signo de sí mismo. Esto es lo que importa de la foto, de la firma, del fotolog: hacernos presentes ante otros, mostrar que estamos, que somos. Se me ocurre que es un camino no muy distinto del recorrido por el arte durante el siglo pasado (y un poco antes, y un poco aún hoy): pasando de representar otra cosa externa a la obra (pensemos en cualquier pintor expresionista o previo a ese movimiento, o en la pipa de Magritte que abre camino al próximo grupo) a simplemente señalarla (pensemos en el arte-objeto, el arte conceptual, Duchamp y sus Ready-mades, el tiburón en formol de Hirst) o a señalarse a sí mismo como objeto puro (pensemos en la escultura minimalista de los 70’s, sin simulacro, sin referencia alguna a nada más que ella como objetivo participante de la realidad, al menos en teoría).
- Cada medio tiene un estilo y cada estilo tiene sus fotos.
- ¡Al fin empezamos a entendernos! A eso me refería: ¡no podemos reducir todo a foto posada vs. foto instantánea!
- No hay medios ingenuos, todos tienen una intención en función de la cual son diseñados, y las fotos no escapan a esa regla.
- Sisi. Nosotros dos poniéndonos de acuerdo, creo que es un buen cierre, ¡te agrego a effes! Muá!
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31 – Manifiesto I.
En medio del ocio aprendí, porque de otro modo no supe ser, a rastrear los orígenes de mí mismo. De no sé dónde aprendí que de mí, el origen estaba en, al menos, todo lo precedente, pues la red de causas y consecuencias no debe ser cortada arbitrariamente, mas que para simplificar respuestas: garantizar mentira: garantizar verdad. Esto ultimo es expresión de lo aprendido al rastrearme a mí en la historia, y verla, y ver que no hay Lo Seguro, no hay de lo visto más que lo visto: el ojo es todo: no hay objetividad, todo conocimiento es subjetivo y, bajotodo, fruto de irracionalidad; justificaciones (pseudo)racionales de un querer instintivo. Todas nuestras verdades que se pretenden descriptivas de lo exterior (postulación humana: lo exterior no se puede probar, no hay nada seguro más que: “pienso”, pero incluso la acción Pensar es discutible, quién sabe si es lo que creemos). Nuestras verdades, como mucho, son verdades como descripciones de nosotros, no nos expresan mas que a nosotros, no hay Mundo en nuestras palabras, no hay Mundo en Platón, Cristo, Nietzsche, etc. O, si lo hay, es pura casualidad. Podemos suponer posible, entonces, a partir de la observación de las tendencias evolutivas históricas y de algún que otro divague más: que entre todas nuestras verdades, no hay una sola verdad.
De todos modos, puede que sí.
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33 – Manifiesto II.
Subcutáneos son tantos gritos silenciosos. Son rugidos de animal (yo, usted, etc.) lleno de vacío, tan lleno de puro instinto como siempre; rugidos recubiertos con el cascarón del sentir y del pensar (cada uno más nuevo que el nombrado justo antes). Cada uno cada vez más grueso, más opaco, pero igual de gobernado por el gruñir, el tener hambre, el sentir sin motivo cognoscible deseos de perpetuarse a uno mismo (a uno mismo, como mero representante de la estirpe). Las casualidades nos diseñaron mentirosos, negadores del instinto por ser característico de la víctima: otro animal (humanos inclusive, sobre todo en pasados remotos; y hoy: bajo todo). La facilidad de supervivencia nos ha ablandado y poco a poco el círculo de pertenencia se agrandó, incluyendo cada vez más exterior, al compás de las exclusiones internas. Pero la practicidad ya le dirá no a la comprensión, y sólo quedará la contradicción (con todo lo que esto significa: cargar con más fuerza que siempre contra nosotros mismos) o la contradicción (pero eliminada de todo lo negativo que ella significa: ya como parte constitutiva del animal-no-animal, como parte inevitable del negador de orígenes y verdades subcutáneas <por qués y para qués>, y como primer síntoma de algo inmenso que también habremos de negar y admitir… como negable: moral). Conquistada aquella frontera, el más-acá, ya no sé qué nos quedará por llorar.
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50 - ¿Por qué condenamos tanto el uso de drogas materiales, y nadie alza su voz hacia el amor?
En lo que estéticamente creeré un acto heroico y medianamente único hacia la abstracción, hacia la idealización, la intelectualización del instinto, diré que, finalmente, ya no es la señorita L. E. la que ocupa (con tanta belleza y horror) el espacio dentro de mi cráneo, sino su par metafórico (previo a ella) llamado: María Iribarme. Así: la liberación. Así con sólo pasar páginas puedo estar completo, irritarme, sentirme feliz, torturarme, etc. Ya no hace falta que realmente lo haga, las emociones estarán atenuadas, claro, hasta q finalmente haga entrar a la versión “real” de María a mi vida, cosa que veo innecesaria y veo cuan perniciosa podrá ser, cuanto obnubilará mi visión, pero al fin y al cabo es sabido que lo haré, quedando cada vez más claro que el “amor” es una droga más. Que brinda emociones enormes, pero nos hace abandonar todo lo que construimos y, además, o como parte de lo mismo, provoca dolores increíbles, nos aleja de toda esa felicidad que en él buscamos… y aún así no dejamos de desearlo. Nada hay más poderoso que el deseo de desear, salvo quizás el de desear ser deseado. Pero, cabe preguntarse ¿por qué condenamos tanto el uso de drogas materiales, y casi nadie alza su voz hacia el amor? ¿Por qué no vemos campañas preventivas de algo tan hermosamente atroz? ¿Por qué, ante la sonrisa del enamorado, no nos sentimos mal por él y no le ofrecemos nuestra ayuda? ¿Por qué no internarnos preventivamente en una clínica, antes de que el amor nos vuelva locos o estúpidos?
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55 – Mi inverso exacto, Usted.
Hoy me construí un canasto de mimbre
Y de cristal:
Mi cajón. Me arrojé al Río de la Plata, desde la orilla que da a la península aún secreta que se extiende desde atrás de Ciudad Universitaria.
Me arrojé, nomás,
Y me dejé arrastrar por la corriente.
Morí algunas veces en el trayecto.
El sol me fue resecando la piel, las aves hicieron nidos con cada tramo de mí que se prestase (o no) para tal acción.
Con el tiempo,
Con no tanto tiempo como el humano-urbano promedio cree, pasé a ser algo diametralmente opuesto a Juan Martín García Guevara.
Quien me observó anonadado al encallar en alguna orilla no pudo verme, creo que ya definitivamente no era yo: el tiempo y la inacción me habían convertido en mi inverso exacto. Aquel ser humano vio en mí,
Seguramente,
Su reflejo.
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70- Esperando --: el deceso de todos aquellos que me Aman --: libertad.
¿Por qué me observás? ¿Qué te atrae de leerme? Fan. No nos basta con nuestras vidas queremos admirar las de otros. Y cuanto más decadentes, mejor, aunque parezca contradictorio.
La decadencia es dificilísima: demasiado Amor alrededor nos lo prohíbe. Uno tiende a creer que es más fácil el éxito que el fracaso: no es tan así. Tener una madre dificulta todo. Tener un padre, amigos, otros familiares, Pasado, etc., también, en menor medida.
El suicidio es mucho más complejo que el no-suicidio.
El Amor es, si lo que se quiere es la absoluta Libertad (incluida aquella que marcha en contra de uno mismo), la mayor y más pesada cadena.
Así que acá estoy, esperando el deceso final de todos aquellos que me aman más de lo correcto (que, como Madres, aman un ideal, un concepto, no un Ser y sus vicisitudes), y a los que, claro, también amo. Esperando Libertad.
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Madre mía: en tu espíritu encomiendo mis manos.
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71- Manifiesto III
Las cenizas.
Las armas de los ejércitos del destino son: nosotros.
Nuestros cuerpos, nuestra carne, nuestro semen.
Cenizas, será lo que quede, cuando al fin la batalla se emprenda.
Cuando la tensión se libere y almas y cuerpos se despedacen unos a otros.
Y, gane quien gane, sea ceniza.
Animales: la ceniza.
Pasado y futuro, lo bestial: alma o carne, razón o sin razón.
Son distintas lenguas del mismo lenguaje.